jueves, 10 de marzo de 2016

Creía que se había interesado de pronto por lo que no era rutina.
Que la desidia y el tedio habían consumido la mecha y había estallado una llamarada de autotrascendencia.
Yo creía, creía, porque quería creer, pero yo donde yo creía encontrar un resquicio
de vida, de algo,
allí solo había un acto de compasión, ni siquiera hacia otro, un acto de compasión por sí mismo.
Un romper el esquema que era no romper nada, un consuelo vacío y un suspiro apagado,
un "yo ya he cumplido".
Y pensando en que creía, cuántas cosas creía, y el creer es estéril cuando no acaba en sí mismo.
Creía en lo inefable, en lo justo, en mí.

Creía en el desastre y en su lógica,
en los recovecos, en el abandono, en el regreso, yo creía,
y creyendo no más estaba volviéndome más incrédula.
Porque el creer podría acabar en sí mismo,
pero no puede.

No hay comentarios:

Publicar un comentario