martes, 16 de octubre de 2012

ARROCES Y TRAUMAS

No estoy segura de si el anuncio del que voy  a hablar sigue emitiéndose en televisión, pero hace ya tiempo que quería hablar de él y lo he ido dejando. Hoy me he acordado de él por otros motivos. 
De esta guisa se cocina los
domingos, con perlas y el
mejor vestido de tu armario.
El spot en cuestión intenta que compremos arroz de una marca aduciendo como ventajas que "no se pasa" y que absorbe el sabor como ninguno. Me parecen grandes razones para comprar un tipo de arroz. El problema viene en la presentación. 

El anuncio en cuestión es horrendo en todos los sentidos. Tiene tantos colores que puede provocar ataques de epilepsia; hay cambios de escenario imposibles y agobiantes; una música machacona de fondo.  Y chistes de dudosa jocosidad (Para el arroz abanda no necesitas una banda...) y saldrá lo que es: un horror.
La señora que aparece en el anuncio se viste de boda para hacer una paella el domingo (una buena esposa siempre cuida su físico para resultar atractiva a su esposo) y nos indica las grandes ventajas, digamos, "secundarias" del arroz. Y es que el preparar la comida es, por lo visto, el comienzo de un juicio en el que la familia dictaminará si eres válida o no. Para que esto quede bien claro, el marido y la suegra opinan sobre el arroz mientras la mujer llora en un rincón. Vamos, que si la comida no sale bien, están en su derecho de someterte a escarnio público. Por supuesto, lo que prepares tendrá que estar perfecto durante días, porque tus hijos, que tienen edad para ir solos donde quieran y volver cuando les dé la gana, no pueden prepararse la comida ¡Para eso estás tú, por favor!

Y sí, hoy me he acordado del anuncio pensando en la gran relevancia que damos a las opiniones que los demás tienen de nosotros mismos. Si este anuncio puede tener algún calado en el público es porque, en gran medida, hacemos lo que hacemos para agradar al otro. Esto, en cierto sentido y con medida, es evidentemente beneficioso para la sociedad, en la medida en que facilita el respeto hacia el otro. Ahora bien, se convierte en un problema cuando la necesidad de agradar deviene en un profundo sentimiento de ofensa y molestar cuando alguien no aprueba (o reprueba) lo que hemos hecho; nos llegamos a sentir atacados ante la mera opinión de otra persona. Creo que parte del crecimiento y madurez de las personas consiste, precisamente, en dar a las opiniones ajenas la relevancia que merecen, aprovechando de ellas lo que nos parezca útil y enriquecedor, y aceptando, sin más, que las cosas son como cada uno las ve, y que eso no supone un ataque.

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